Ferrovial La ingeniería civil como arte: creatividad e innovación

Del infante Enrique

Algarve, Portugal

Autopista Via do Infante Ver proyecto completo

Pasando el cabo de San Vicente, el Atlántico pierde su ímpetu. Los acantilados dejan sitio a largas playas de arena blanca y humedales en los que el mar y la tierra se fusionan de forma pacífica, sin la dureza de las rocas y las olas. El gigante oceánico empieza a tomarse con algo más de calma el camino que conduce a las puertas del Estrecho.

Por tierra, aunque sin alejarse demasiado de la costa, otro camino le sigue los pasos; un camino de negro asfalto apoyado en pilas y tableros que le ayudan a salvar las mil y una marismas que se reparten por la costa de la región portuguesa del Algarve. Entre Lagos, la primera ciudad pasado el cabo, con permiso de Sagres, y Vila Real de Santo António, el pueblo donde Portugal pierde su nombre a orillas del Guadiana, la autopista Vía do Infante conecta todo el sur de la región sin perder de vista el océano que le da sentido. Autopista gestionada por Cintra.

A lo largo de casi 130 kilómetros, la vía une los extremos del Algarve y conecta también las ciudades de Portimâo, Loulé, Faro y Tavira. Hoy es la conexión más rápida y segura de la región, gracias a un trazado que salva los obstáculos del terreno a través de varios túneles y una docena de puentes. La autopista, gestionada por Cintra, refleja los prodigios de la ingeniería y no podía llevar otro nombre que el de la leyenda científica de Portugal.

Nadie sabe si la Escuela de Sagres, creada por el infante Enrique al cobijo de la punta de San Vicente durante la primera mitad del siglo XV, existió en realidad. Hay quien asegura que fue uno de los grandes centros científicos de Europa a finales de la Edad Media. Hay quien dice que es poco más que un mito amplificado por el tiempo, ya que no hay ninguna prueba directa de su existencia.

Más allá de nombres, la autopista Vía do Infante recuerda que da igual dónde y da igual quién, el conocimiento crece y se acumula, sobrepasando cualquier barrera. Nos sirvió para conocer el Atlántico hace medio milenio. Y nos sirve hoy para seguirle la pista desde tierra, reflejados en la costa húmeda portuguesa.

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