Ferrovial Creación en Movimiento, de José Manuel Ballester

Fluyendo bajo Madrid

Madrid, España

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No muchos recuerdan hoy el arroyo Abroñigal, uno de los cursos de agua que atraviesan la ciudad de Madrid para acabar en el Manzanares. De allí, al Jarama, al Tajo y al Atlántico.

Sin embargo, quizá sin saberlo, millones de personas recorren a diario su cauce. Claro que el arroyo ya no está allí. Discurre bajo tierra tras dejarle su espacio a la M-30, la gran circunvalación que rodea la almendra central de la capital española.

Desde su inauguración en los años 70, la M-30 se extendió por la superficie de Madrid aprovechando desniveles naturales, como el cauce del Abroñigal, como medida de protección e insonorización. Sin embargo, con el siglo XXI, la congestionada circunvalación decidió que era momento de esconderse bajo tierra. Y llegó la hora de construir túneles.

El túnel de la M30

Para la excavación del túnel norte del by-pass sur, formado por dos tubos de tres carriles por sentido y 4.156 metros de longitud, hubo que poner en marcha a Dulcinea, un mito entre las tuneladoras. En el momento de la construcción, era la mayor tuneladora EPB (Eartch Preassure Balance) en uso. Con sus 107 metros de longitud y un diámetro de 15,62 metros, se encargó de agujerear 3.538 metros de subsuelo.

Operativo desde 2007, el túnel norte del by-pass sur libera de tráfico al nudo sur de la ciudad, bajo el parque de Arganzuela y el de Tierno Galván, acortando los tiempos de viaje hacia la A-3, la A-42 y la avenida del Mediterráneo. En superficie, el tráfico parece haber desaparecido. 

Lo mismo sucede en los otros puntos de soterramiento. Mediante tres túneles (y un cuarto proyectado) que suman 43 kilómetros en total, la M-30 hace como el Abroñigal y se oculta de la vista de los madrileños. Pero eso no significa que, como el arroyo, haya dejado de fluir. 

Autopista M30, Madrid (España)

Autopista M30, Madrid (España)

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