Sobre montañas de arena, entre calles sin asfaltar, con casas de tablones que se extienden hasta donde alcanza la vista.

Los habitantes del distrito de Ventanilla observan desde lo alto el resto de la ciudad de Callao, una urbe rica, la puerta de entrada por mar y aire a Perú. Allí arriba, en una de las áreas más desarticuladas y contaminadas del país, las cosas son distintas.

Aun así, en ese escenario, también hay espacio para el color. Las fachadas amarillas, verdes y azules salpican la cara polvorienta de Ventanilla. Y las escuelas, con sus murales colorados y sus canchas de fútbol que nunca descansan, ponen el sonido de fondo. La energía de muchos de sus habitantes lo impregna todo. Pero la realidad, siempre insistente, vuelve a golpear en gestos tan cotidianos como el de abrir un grifo.

En Ventanilla, la mayor parte de los colegios y buena parte de las viviendas no tienen acceso continuo a la red de agua corriente. Mantener la limpieza y la higiene en estas circunstancias es complicado. Allí, tirar de una cisterna o contar con un inodoro limpio no puede darse por sentado; tampoco el hecho de beber agua potable.

En 2017, junto a la ONG Plan International, Ferrovial desarrolló un proyecto para mejorar las condiciones de acceso al agua y el saneamiento en Ventanilla. Los ingenieros de la compañía construyeron un tanque subterráneo y otro aéreo y mejoraron inodoros y lavaderos, así como los servicios de reutilización de aguas.

En concreto, el programa ha permitido construir y rehabilitar las instalaciones sanitarias de seis colegios y 100 viviendas, proporcionar acceso a agua potable para más de 7.500 personas y mejorar las condiciones sanitarias del distrito.

Ahora, cuando suena la campana y los niños dejan las canchas de fútbol en silencio, cuando llega la hora de refrescarse y beber antes de seguir aprendiendo, los grifos de seis escuelas de Ventanilla responden con un chorro de agua limpia.