En Cadarache, en el sur de Francia, todas las grandes potencias del planeta están trabajando codo con codo en el proyecto más ambicioso de la historia científica humana. Allí está construyéndose un sol en miniatura.

Antes de hacer frente a los desafíos energéticos del mundo, lo primero es construir el complejo que albergará el ITER o Reactor Experimental Termonuclear Internacional; los edificios e instalaciones que acogerán el tokamak, una máquina de 23.000 toneladas y 60 metros de alto, compuesta de imanes y cables superconductores y capaz de producir plasma imitando la fusión nuclear que se produce en el Sol. 

Desde la distancia, las dimensiones del proyecto no se disimulan. En total, ocupa 42 hectáreas en las que se levantan 39 edificios, siete de los cuales ha construido Ferrovial. Más de 2.000 empleados trabajan ya en el ITER, que espera obtener los primeros resultados en 2025. 

Uno de los grandes desafíos de la fusión nuclear es lograr que genere más energía de la que necesita para producirse. De ahí la importancia del diseño de una red eléctrica de alta tensión capaz de suministrar la energía necesaria para calentar el plasma del reactor y para activar los sistemas de criogenización y refrigeración: este sol en miniatura estará en un entorno controlado de 269 grados Celsius negativos. 

La combustión del carbón y el petróleo debe dar paso a un modelo energético con menores emisiones para no poner en riesgo el futuro de nuestra especie. En Cadarache hay un resquicio de optimismo; esperanza de un porvenir de energía limpia y sostenible.