En el alto Pirineo aragonés, en un estrecho valle esculpido por un glaciar, hay un lago artificial que funciona como una gran pila eléctrica de agua.

El embalse de Llauset se encuentra a 2.200 metros sobre el nivel del mar, no lejos de donde el Aneto se eleva para alcanzar el techo de la cordillera que separa Francia y España. Esta presa es también el punto más elevado del complejo hidroeléctrico de Moralets. 

Más abajo, en la cabecera del río Noguera Ribagorzana, se ubica la gran presa de Baserca. Con una altura máxima de 86 metros y una longitud 330, la presa necesitó de 235.000 metros cúbicos de hormigón para su construcción, en la que participó, en los años 80 del siglo XX, Ferrovial. Este embalse tiene su propia central para producir electricidad, pero también es capaz de guardar energía para tiempos de alta demanda. 

Para hacerlo, entra en juego la tercera parte del complejo hidroeléctrico: la central subterránea de Moralets. Este salto de bombeo, con una potencia de 206 MW, envía agua hacia la parte más alta de la montaña, desafiando la ley de la gravedad, a través de una gran tubería. En el otro extremo espera el embalse de Llauset, que almacena agua y, por lo tanto, energía, hasta que es necesario liberarla. En ese momento, la devuelve a través de la misma estructura hasta la central de Moralets, donde la fuerza del agua se transforma en electricidad. 

La galería que conecta Baserca, Moralets y Llauset, y que da sentido al complejo hidroeléctrico, marcó todo un hito en su día. Con poco más de un kilómetro de longitud, inclinada a 45 grados, una primera tubería reforzada salva un desnivel de más de 700 metros. Desde su parte más alta, una tubería de presión se extiende durante otros cuatro kilómetros hasta llegar al pantano de Llauset. Un complejo conectado bajo la montaña capaz de extraer toda la fuerza de la naturaleza.