La 407 en Canadá, la Ruta del Cacao colombiana, o la LBJ, NTE, I-66 e I-77 en Estados Unidos son el vivo ejemplo de cómo las autopistas construyen la historia de la ingeniería y de cómo, en apenas un siglo, su evolución ha sido exponencial.
El complejo proceso de su construcción también varía, pero el desafío que supone para todos quienes participan en él permanece. Así, con la movilización de millones de toneladas de materiales y con el esfuerzo colectivo de equipos de alta cualificación, se configuran estos puzles de asfalto. Lo que cambia, sin duda, es la tecnología que acompaña a estas autopistas. El resultado de esta evolución es el de una serie de infraestructuras resilientes y sostenibles, que impulsan una mayor fluidez del tráfico. Diariamente, miles de historias individuales las recorren y son participes de su fiabilidad, rapidez y seguridad.